NUESTROS EXPERTOS: Por Mvz Alain Lewis Investigador y escritor dedicado al estudio, la crianza y la preservación de caballos
Las extensas distancias del Virreinato de la Nueva España hicieron imprescindible el uso de animales para carga y transporte; a pesar de la extendida idea de que el gobierno prohibió el que los indígenas montaran a caballo, fue el primer virrey, don Antonio de Mendoza, quien comenzó a dar permisos para que sus aliados los usaran. Durante el gobierno del segundo virrey, don Luis de Velazco, se proporcionaron caballos y armamento a los caciques Fernando de Tapia y Nicolás Montañés para sofocar una rebelión en el actual estado de Jalisco, entonces la Nueva Galicia.
Fue hasta el 11 de enero de 1611 que se dio instrucción a los Corregidores de Alcaldes Mayores (1) para que evitarán que los naturales de estas tierras anduvieran a caballo y trajeran armas, bajo pena de muerte al que lo hiciera (2), aunque el uso de caballos estaba ya tan extendido que esta ley nunca fue aplicada.
Mucho antes de la creación de esta ley, dos hombres, hoy prácticamente olvidados, se encargaron de enseñar por primera vez a los indígenas el arte de criar y amansar animales.
El primero de ellos, fray Pedro Barrientos, un fraile portugués de la orden de Santo Domingo, llegó al continente en 1554, fundó el convento de Chapa de Corzo, se dedicó a enseñar la cría, conservación, el arte de amansar, montar y correr caballos a la población, murió en 1588 y está enterrado en el convento que fundó (2).
El segundo de estos maestros llevó a cabo tareas titánicas, aún hoy en día difíciles de imaginar: fue fray (hoy beato) Sebastián de Aparicio. Nació en la Gudiña, Galicia, en España, el 20 de enero de 1502, su padre le dio el oficio de labrador y pastor de ovejas, jamás asistió a la escuela por lo que era analfabeta, a los 20 años dejó el hogar; con sus ahorros pagó las dotes de sus hermanas para que pudieran tener un buen matrimonio y emigró al nuevo mundo, llegando a Puebla en 1533, donde encuentra tierras de cultivo y se dedica a capturar y amansar caballos y reses mesteñas (es decir, sin dueño); gustaba de derribar toros tomándolos con sus manos de los cuernos.
Al ver que los indígenas llevaban cargas en su espalda en un mecapal, construye la primera carreta, en sociedad con un carpintero se dedica a producirlas comercialmente, enseñando el oficio a los indígenas. Construye los caminos de Veracruz a la Ciudad de México, y de esta a San Luis Potosí, se dedica por 10 años a transportar mineral de plata y pasajeros por ellos. Deja las carretas a los 50 años y compra unas haciendas ganaderas en Azcapotzalco, Chapultepec y Tlalnepantla, lo apodan “Aparicio El Rico”; destinaba recursos para que sus haciendas fueran centros de enseñanza agrícola y de cómo amansar caballos de silla y bueyes para las yuntas. Siempre trató con amistad y respeto a sus subordinados.
Decide donar sus bienes y convertirse en fraile a los 72 años; el 9 de junio de 1574 muere a los 98. Se le reconocen 968 milagros, fue beatificado en 1789, sus restos permanecen incorruptos en el convento franciscano en Puebla.
A él se le considera el primer charro y padre de la charrería. Santo patrono de charros y transportistas (2).
(1) Niceto de Zamacois. Historia general de México 1877
(2) historia de la charrería, Alvarez del Villar 1941