En el corazón del Centro Histórico de Saltillo, la Zapatería Victoria sobrevive entre costuras y recuerdos. Fundada en 1926, hoy enfrenta la posibilidad de cerrar sus puertas, tras 99 años de historia.
Raúl Martínez Cárdenas, su actual encargado, de 93 años, continúa fabricando a mano cada par de zapatos o botas, aferrado a un oficio que ya casi nadie quiere aprender.
“Las artesanías ya no llaman la atención”, dice don Raúl, aceptando que, tras casi un siglo de existencia en el Centro Histórico de Saltillo, el futuro del negocio es incierto.
CASI UN SIGLO DE HISTORIA
Fundada en 1926 por su padre y tomada posteriormente por su hermano Rogelio, don Raúl es quien hoy aún acude todos los días al negocio.
Inicialmente la zapatería se abrió en la esquina de Múzquiz y Zaragoza, posteriormente pasó a Múzquiz y Allende, y desde 1957 se encuentra en el local ubicado en el cruce de las calles Allende y Miguel Alessio Robles.
El sitio emana un fuerte y particular olor a piel. En sus aparadores se muestra el calzado cortado y cosido a mano. Al fondo, la luz natural ilumina un taller con máquinas antiguas que aún son las que manufacturan uno a uno el calzado.
“La cosa es que de momento no tengo quien la quiera. De mis hijos posiblemente alguno se quiera venir, pero todos son profesionistas y tienen otras actividades”, cuenta don Raúl a RODEO CAPITAL.
“Es normal, las artesanías ya no llaman la atención. Los cuatro son profesionistas. Todos tienen sus actividades y su manera de vivir. Si alguno quiere, pues adelante”, explicó sobre el futuro de la Zapatería.
‘LAS ARTESANÍAS VAN A IR DECAYENDO CADA VEZ MÁS’
Para don Raúl, la indiferencia de la juventud respecto a las artesanías no es un problema sólo de su negocio, sino global. Las artesanías, dice, las quieren aprender de viejos, cuando ya están pensionados. “Las artesanías van a ir decayendo cada vez más”, expone.
Don Raúl contó que en el auge del negocio, incluso llegó a rechazar a clientes que pedían hacerle zapatos en serie de más de 2 mil pares, pues siempre manifestó un rechazo a la producción en masa.
Expuso que la Zapatería Victoria no es su principal ingreso, pues él y su familia tienen de dónde echar mano.
Aunque la mano de obra es escasa, actualmente cuenta con tres empleados, quienes son pensionados, por lo que entran y salen a la hora que quieren.
Martínez Cárdenas explica que la pérdida de las artesanías no sólo es un aspecto romántico, sino que también se pierde la personalización del producto para cada cliente.
En Zapatería Victoria el calzado se hace de acuerdo a si el pie de quien lo solicita es grande, flaco, gordo, chico o grande.
“Cada vez la calidad va en decremento. Con los plásticos que se utilizan ahora, ya no hay la comodidad del cuero. El cuero respira y los plásticos no”, detalló.
‘QUE SE ACUERDEN DE UNO’
Don Raúl encuentra su legado ahí, en el recuerdo que cada cliente se va a llevar de la atención detallada y personalizada que se le dio a su calzado, con sus apellidos bordados o tamaños específicos.
“Se va a tener que recordar. Hay muchos clientes de toda la República y en algunas partes de Estados Unidos que todavía me ordenan sus botas, se las hago y vienen por ellas y se las llevan. Alguna gente de esas va a tener memoria de nosotros. Pero con uno que haya, con eso basta. Que alguien se acuerde de uno”, expuso.
La Zapatería Victoria llegó a tener clientes reconocidos como Eulalio González, “Piporro”, lo cual ha quedado como recuerdo en torno a un recorte de periódico colocado en la pared del local.
Así, hoy este taller permanece como testimonio de una tradición que marcó a varias generaciones, y que hoy enfrenta el reto de no desaparecer del todo.
A LA MEDIDA
-Cada zapato o bota está hecho a la medida.
-El aroma a piel y el sonido de las máquinas antiguas aún habitan este taller artesanal.
-El bordado, cosido y ajustado va según la forma única del cliente.