Nuestros Expertos: Los orígenes del rodeo en México

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/ 6 octubre 2025

Reunir, marcar y repartir el ganado en las haciendas novohispanas llevó a lo que hoy conocemos como espectáculo

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Por MVZ Alain Lewis. Investigador y escritor dedicado al estudio, la crianza y la preservación de caballos.

La palabra rodeo seguramente nos lleva a pensar en cowboys, en enormes toros y potros criados especialmente para reparar, y en un espectáculo cronometrado que es ya muy lejano a sus orígenes.

Y aunque estos orígenes se pierdan en el tiempo, no nacieron como una diversión, sino que fueron forjados en la necesidad de cumplir un trabajo.

Todo comienza con la llegada de los animales domésticos a lo que actualmente es México; aunque el caballo es de origen norteamericano, llevaba 10 mil años extinto en el continente, cuando el día 14 de marzo de 1519 los cascos de los 16 caballos que vinieron en la armada de Hernán Cortés volvieron a pisar la tierra que los vio nacer como especie, en Centla, Tabasco, en las márgenes del río Grijalva. Y en el caso de los bovinos, fue para finales de 1521 que el capitán Gregorio de Villalobos trajo a Veracruz un grupo de seis vacas y un toro.

Aunque lo más probable es que ninguno de estos animales haya logrado sobrevivir para ser la base de la nueva ganadería del virreinato, fue con importaciones animales posteriores, que unos cuantos años después era ya tan grande su número, que fue necesario legislar su tenencia, por lo que el 16 de junio de 1529, en la reunión del Cabildo de la Ciudad de México, los regidores ordenaron que los criadores de vacas, ovejas y yeguas, tuvieran cada uno su fierro marcador, y contaban con ocho días para registrarlo en el ayuntamiento, con multa de 20 pesos de oro al que no lo hiciera; esto para poder identificar la propiedad del ganado cuando fuera necesario.

Para 1620 se calcula que había un millón 300 mil reses y 8 millones 100 mil borregos y cabras, tan solo en una superficie de 77 mil 700 kilómetros cuadrados; esto generó la necesidad de gente que se encargara de su correcto aprovechamiento y cuidados, surgiendo el vaquero, ese hombre, ya fuera indígena, negro o mestizo, que al tomar una identidad propia por su forma de vestir, se conoció como charro, y a su trabajo con los animales, como charrería.

Conforme la ganadería se fue extendiendo a través del virreinato, fue inevitable el que muchos animales quedaran extraviados, ya fuera porque escapaban, eran robados o incluso liberados, formando manadas independientes o uniéndose a las que pertenecían a las haciendas en muchos casos.

El aspecto legal de la tenencia y aprovechamiento de estos animales individuales o manadas, aunado a la gran extensión que tenían las haciendas, hizo necesaria la aplicación de una ley de Castilla, conocida como La Mesta (Mesta: del latín mixta, animalia mixta=mezcla de animales), que consistía en la obligación una vez al año de realizar un rodeo (acto de rodear la hacienda en busca de todos los animales que hubiera en sus terrenos), y en el cual todos estos animales debían ser reunidos en sus corrales, para que aquellos que tuvieran el fierro de las haciendas vecinas fueran devueltos a sus dueños, las crías de los animales pertenecientes a la hacienda debían herrarse, y aquellos animales mesteños (sin dueño), orejanos (sin marcas), o con marcas que se hubieran borrado, tenían que ser entregados a La Mesta, que era un consejo (asociación) de ganaderos locales (propietarios de las haciendas), para su repartición equitativa y posterior marcado con el hierro de su nuevo propietario.

Estos animales, cuya tenencia a partir de ese momento se volvía legal, eran llamados mestengos (que venían de La Mesta) o mustangos, término que posteriormente se utilizó de forma errónea para designar a animales cimarrones, es decir, que habían escapado de la domesticidad (cuando los mestengos o mustangos habían sido cimarrones pero que ya habían sido repartidos por La Mesta y por tanto ya tenían dueño), y con el tiempo y cuando el norte de México se convirtió en el oeste de los Estados Unidos, se incorporó a la lengua anglosajona, y se usó para designar a los caballos salvajes de las praderas como mustangs.

Fue entonces la necesidad de controlar la posesión legítima de ganado, recorriendo los vastos terrenos de las haciendas hasta sus límites para juntarlo, lo que dio origen al rodeo, al vaquero, posteriormente conocido como charro, y a los trabajos que este llevaba a cabo; según una antigua ley ganadera, que vino desde Castilla.

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