El sueño de los hermanos Alemán se moldeó con mucha visión y terquedad.
En Mesa de las Tablas, una pequeña comunidad en la sierra de Arteaga, donde el sombrero no es lujo sino herramienta de trabajo, nació la historia de Rideman Hats hace años.
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Juan Manuel Alemán Cepeda y Miguel Ángel Alemán Torres, cofundadores de esta empresa familiar, recuerdan cómo inició todo: “Rideman Hats empezó como un sueño de niños... uno que siempre estuvo en papel, pero que sin embargo por temor, por ese nerviosismo de que si funciona un negocio o no funciona, alargamos mucho el proceso”, nos cuentan.

ES NUESTRA ESENCIA
Los hermanos Alemán crecieron entre campos, caballos y tejanas. Jugar a formar sombreros, aunque los rompieran en el intento y se llevaran un buen regaño, fue el primer paso de una pasión que más adelante se convirtió en empresa.
“Nosotros empezamos en el rancho arreglando nuestros propios sombreros, pero pues la verdad es que hacíamos un desorden, hasta que con el paso del tiempo nos ponemos a estudiar.

“Miguel se empieza a especializar en el tema de la reparación y fabricación de los sombreros al 100 por ciento, yo me pongo a estudiar, pasan los años y un día pues nos sentamos y dijimos ‘¿por qué no empezar ya con el sueño de nuestra vida?’, y pues así nació Rideman Hats”.
El nombre de su marca nace del gusto por montar y la combinación de sus apellidos.

“Ride es de montar, una de nuestras grandes pasiones, de las cosas que más disfrutamos hacer (...) y man, por la terminación de los apellidos Alemán”.
¿Qué es lo que hace a los sombreros de Rideman Hats diferentes de los demás?
“Yo creo que es el amor, el amor que le ponemos, como te lo comentó Manuel, en cada detalle de la persona, o sea tú vienes, ‘sabes que, quiero este sombrero’, entonces es como si fuera para mí, o sea cada sombrero se realiza como si fuera para nosotros, entonces eso es lo que yo creo que nos puede distinguir mucho, el darle ese cariño, ese detalle al sombrero como si fuera para ti”, dijo Miguel.

HASTA EU Y EUROPA
Hoy, cinco años después de haber dado ese primer paso, Rideman Hats no solo vende en México. También en Estados Unidos, Canadá, Colombia, Ecuador y España ya conocen lo que es tener en la cabeza un sombrero hecho en Arteaga.
La confianza de su primer cliente internacional fue un parteaguas: una tienda en Estados Unidos que pronto, en su primer año, se convirtió en su principal distribuidor pidiéndoles 500 piezas, luego mil 500, y que fue lo que los impulsó a crecer.

“Hoy en Estados Unidos tenemos clientes en Lubbock, Texas, en Dublin, Texas, en San Antonio, en Chicago (Illinois), en Fort Worth... En California acabamos de hacer un pedido hace poco”.
Ese orgullo es el combustible para seguir, incluso cuando el costo de un envío les llegó a salir más caro que el pedido, o cuando las paqueterías complican la exportación de pelo de castor o nutria, o cuando los pedidos son tan grandes que requieren reinventarse.
‘EL SOMBRERO DE ARTEAGA’
El eslogan de la marca es “Los sombreros de Arteaga”, por lo que los hermanos nos hablaron de la aceptación que sus paisanos les dieron.

“La familia de aquí de Arteaga son personas de sombrero, que quieren mucho su sombrero, y así como quieren su sombrero nos dieron esa oportunidad de nosotros darles ese detalle, tanto de hacerles un sombrero como de repararles un sombrero”.
“Nos da gusto que muchos de los arteaguenses porten un sombrero de nosotros”, dice Manuel.
La producción de un sombrero en Rideman Hats lleva entre cinco o siete minutos aproximadamente, “ya terminado, ya con sus acabados, sus pulidos y todo”.
Pero si hablamos de un sombrero personalizado, la historia es diferente: “estás hablando que son ocho días. ¿Por qué? Porque al final del día ves el sombrero ya terminado y al segundo día le ves un detalle o le quieres poner otro detallito extra, y al tercer día otro, y así te lo vas llevando”.
Más que una empresa, Rideman Hats es una familia y un compromiso con la tradición arteaguense. Es una forma de entender la vida bajo el ala de un sombrero bien hecho.