En una casa envuelta en el espíritu del rodeo en Ciudad Cuauhtémoc, Chihuahua, Marcela Rivera y su hija Paulina Ochoa abren las puertas de su historia: una de pasión heredada, de amor incondicional y de legado femenino en un mundo donde antes no cabían las mujeres con botas y sombrero.
Marcela, madre de cuatro campeones nacionales (Adriana, Marcela, José Luis Jr. y Paulina), comenzó su andar a caballo cuando su abuelo le regaló un equino llamado “El Polvo”, desafiando la negativa inicial de sus padres.
“Un tío y mi abuelo me apoyaron y comenzaron a llevarme a los rodeos”, recuerda.
“Luego conocí a mi esposo José Luis Ochoa, era lazador y él continuó llevándome a los rodeos, donde ambos competíamos. Tiempo después nos casamos y tuvimos a nuestra primera hija, y continuamos compitiendo, por el estado y fuera del estado, en El Paso, Texas, y luego continuamos por la segunda hija, vino después nuestro hijo y luego la más pequeña”.

Así forjaron una familia donde los rodeos eran parte de la vida diaria.
Entre competencias, viajes y crianza, Marcela dejó la arena para apoyar a sus hijos en sus sueños. “Siendo madre de cuatro hijos fue como me retiré, por apoyarlos a montar y en sus tareas cotidianas”, cuenta con orgullo.
DISCIPLINA, LA CLAVE
La más pequeña de la familia es Paulina, quien creció, como era de esperarse, con un lazo especial hacia los caballos y el rodeo. Su madre cuenta cómo desde niña prefería entrenar que ir a fiestas, y cómo su disciplina fue clave para llegar a lo más alto del deporte.

“Siempre prefería ir a entrenar en lugar de ir a fiestas o algún otro lado, siempre una niña con disciplina y amor por lo que hace”, cuenta Marcela.

El resultado: Paulina ha logrado ser campeona estatal de Chihuahua 10 años consecutivos, nacional en nueve ocasiones, representante de México en países como Brasil, Colombia, Costa Rica y Estados Unidos (en Finales PRCA en Kissimmee, Florida, dos años, y un año en Greeley, Colorado), y una de las vaqueras más reconocidas del país.

“Mi mamá ha sido una pieza clave en mi motivación como deportista, mujer y mamá”, afirma Paulina. Su carrera, marcada por el esfuerzo, la constancia y el amor a sus raíces, es también testimonio del empuje de una madre que le enseñó a nunca rendirse.
“Mi primer caballo se llamó ‘El Colorado’, era el caballo de mi papá, en el que lazaba sencillo, y en ese aprendí a montar, a correr barriles y lazar, empezando a competir a los cuatro años. De ahí cambié a un caballo llamado ‘El Tecate’, con el cual gané mi primera hebilla en un rodeo, cuando aún competíamos en categoría libre”, recordó Paulina para RODEO CAPITAL.
AFICIÓN Y RESPETO
Por su parte, Marcela recuerda que a través de los años ha visto cómo las mujeres han ganado terreno en el rodeo, gracias al ejemplo de muchas que, como ella y sus hijas, desafiaron estereotipos.

“Creo que hoy en día ver montar a una mujer es algo más normal o común, pero anteriormente cuando competía solían llamarles a las mujeres ‘machetonas’ por realizar el deporte, no teníamos mucho apoyo y la mayoría de las personas comentaban que una mujer era muy débil para domar, montar o competir a caballo. Con cada una de mis hijas fue cambiando la manera de ver el deporte, siendo que hoy hay mucha afición a la carrera de barriles”.
HERENCIA QUE SE MONTA CADA DÍA
Paulina estuvo retirada de los ruedos dos años para comenzar su propia historia como madre del pequeño Carlos Fernando, pero ya va retomando la actividad con miras a acrecentar su palmarés: “ya que fui mamá me di un tiempo, pero apenas comencé este año el nuevo circuito y llevo dos segundos lugares y dos primeros lugares.

“Es muy satisfactorio ver cómo me desenvolví en este ambiente, toda mi niñez, todo lo que aprendí y disfruté, y ahora lo veo en mis hermanos, mis sobrinos y mi hijo, que crezcan al lado de un animal como lo es el caballo, las responsabilidades, la dedicación que se requiere en cualquier deporte que decidan elegir”.
UN LEGADO VIVO
-¿Qué significa para ambas compartir esta pasión?, se les preguntó.
“Creo que ha sido una pasión que se hereda, y el compartirla juntas ha sido una experiencia tan bonita, poder ver cómo mi hija ha continuado con lo que me gusta, y ver sus triunfos, es como si volviera a vivir los triunfos y recuerdos juntas”, señaló Marcela.
“Siempre vi como mamá tuvo ese amor a los caballos, lo grande que fue en sus tiempos, es algo que me llena de orgullo y satisfacción, poder decir que fue mi mamá una campeona, y hoy veo todos los resultados que han sido prueba del amor, la crianza y los valores que inculcaron en mí y en cada uno de mis hermanos, que en su tiempo han sido campeones en sus diferentes disciplinas, siendo el resultado de tener una gran mamá al lado de mi papá”, concluyó Paulina.
NUEVOS PROYECTOS
Así, madre e hija comparten la pasión por el rodeo, y ahora también un proyecto: entrenar caballos para nuevas generaciones de barrileras, con el objetivo de fortalecer este deporte en México.
Además, Paulina combina su carrera competitiva con la equinoterapia, ayudando a niños a través del vínculo con los caballos: “Es impresionante ver lo que los caballos transmiten, cómo ayudan a sanar y evolucionar”.
En este 10 de mayo, la historia de Marcela y Paulina nos recuerda que el amor de mamá puede ser el impulso más fuerte para alcanzar la grandeza. ¡Felicidades!